jueves, 18 de febrero de 2016

¿La destrucción o el amor?

Llega el final del estudio de Miguel Hernández y la lectura de los últimos versos. Y con el final siempre se siente algo nuevo que no habías percibido en los estudios de otros años. 
Hoy en clase cuando concluíamos e intentábamos comprender la obra hernandiana en su globalidad, descubríamos a uno de los poetas más conocidos, pero quizás menos leído, Vicente Aleixandre.
M. Hernández podría haber renunciado a la vida y haber dejado triunfante a la muerte, pero ese no era su legado, ni el testamento que quiso dejar al pueblo con sus palabras. La obra de M. H. se convierte en una dialéctica entre la destrucción o el amor, donde al final triunfa el Amor como ocurre en La destrucción o el amor de Aleixandre. 
Ambos escritores coinciden en formas, símbolos, colores, pasiones,...
Es tan fina la línea que separa a ambos conceptos, es tan fácil volar y traspasarla..., que quizás pocos escritores han sabido transmitirlo como estos dos poetas. 

SE QUERÍAN (V. Aleixandre)

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

VUELO (M. Hernández)

Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otros como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.

domingo, 7 de febrero de 2016

Escuela de oratoria, Atenas

Uno de los ejercicios que más me gusta hacer es tomar café con mis alumnos y hablar sobre literatura. Y ésta es una práctica que no hemos inventado los profesores del siglo XXI, ya los griegos y los romanos en las escuelas de oratoria aprendían a hacerlo. Aunque no creo que tomaran café.
Biblioteca del colegio, La casa de los espíritus
Como otros años, el pasado viernes hablamos sobre La casa de los espíritus en la Biblioteca del cole. La verdad es que siempre aprendo algo nuevo. Los alumnos de 2º de Bachiller a veces ven cosas que una ni sospechaba. Como por ejemplo, descubrir la importancia del personaje de Nana en la novela.

Ubik Café, Ruzafa. La noche en que Frankestein leyó el Quijote
También estuve analizando con los alumnos de 1º de Bachiller los relatos que S. Posteguillo escribió en La noche en que Frankenstein leyó el Quijote. En esta ocasión fuimos a Ubik Café en Ruzafa. Esa cafetería da un ambiente más bohemio a la tertulia, lo que hizo que ellos disfrutaran mucho. Y una vez más, aprendí algo nuevo de ellos. 

En septiembre cuando leía la “Introducción al currículum de Lengua y Literatura española para Bachillerato”, me alegró saber que la LOMCE busca los mejores aprendizajes posibles para los alumnos y alumnas. Y entre otros propone el “aprendizaje dialógico” para transformar las relaciones, nuestro entorno y nuestro propio conocimiento. El profesor, por tanto, tiene que buscar diversas interacciones, donde el diálogo esté basado en una relación de igualdad y no de poder, donde todos y todas tengamos conocimiento que aportar. 

Seguiré con estos ejercicios dialógicos que favorecen el aprendizaje mutuo.