Nueve de la mañana, nublado, poca luz, brisa fresca y húmeda, pocos alumnos, muchas mesas, desorden en el aula, víspera de fiestas ...
El ejercicio propuesto a los alumnos consiste en escribir y describir, a la manera de los escritores naturalistas, el espacio en el que nos encontramos y a sus protagonistas. Una técnica que consideramos idónea para conocer mejor los rasgos y técnicas narrativas de esta época.
EJERCICIO DE YASMÍN Y SERGIO SIMARRO - 4º ESO
"Era
un día gris de marzo, donde la lluvia fina e incandescente acariciaba los
tejados de los felices hogares valencianos, los cuales esperaban, ansiosos, el
ruido de los días, la fiesta de las noches, la ilusión de los niños, el dulce
olor a chocolate recién hecho por las mañanas y la melodía de las calles.
Pero
el tiempo no anunciaba buenas noticias, pues catorce niños apesadumbrados veían
el futuro de sus fiestas favoritas con un matiz lúgubre, pese que ellos eran
dinámicos, ágiles, laboriosos, trabajadores…
La
clase situada al final del largo pasillo del triste colegio contrastaba con
todo aquello que lo rodeaba, pues se respiraba un aire innovador.
Como
si de una melodía se tratase, el murmullo constante de los adolescentes de la
clase continua se transformaba en rutina, que nunca cesaba, que nunca paraba."
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EJERCICIO DE DAVID J. SOLSONA - 4º ESO
"En este silencioso espacio inundado de dispersos nacimientos de personas,
se hallaba la profesora, de nombre María, de cabello rubio cual rayo de sol, que
escribía sus memorias mientras los pupilos de jersey negro y sonrisas
tristes se centraban en un trabajo que no podían afrontar.
En cada asiento, mil veces usado, se apoyaban las mentes de jóvenes
promesas que con temblorosas ideas esperaban próximas sensaciones. Estaba desde
Isabella, quien escribía inundando de palabras el papel, rápida cual gacela al
divisar a un depredador, hasta Sergio, quien tranquilamente plasmaba sus ideas
en una hoja de libreta con mucha historia, como quien sabe que haga lo que haga
llegará al punto final.
Luego estaban las ausencias, las personas que faltaban, podría haber estado
Nacho, el joven pelinegro de lengua de fuego o Luis, el intrépido inteligente
que sonreiría al ver su trabajo finalizado.
Pero en esa aula sin viento, sin canto ni ruido no estaban, sólo quedaba la
ausencia de estos que, cual hueco en una pared lisa, se hacía notar.
En esa clase sin ráfagas de murmullos lejanos reinaban las mentes que no
estaban, porque cual silla del familiar fallecido en una triste cena de
domingo, se apreciaba más lo que no estaba que lo que se podía ver.
En esa ciudad de nubes cubierta, reinaba la ausencia de los que no estaban
y pudieron estar."