Acabo de leer, ver, escuchar... Reflexiones

20 de julio de 2017

Hijos de nuestro barrio apareció por entregas a finales del siglo pasado en un periódico semioficial del régimen egipcio, al-Ahram, y hasta 1967 no se publicó en Beirut. Todavía hoy sigue siendo un libro “vetado” por su contenido.

En realidad, Naguib Mahfuz no hace más que narrar la historia de un barrio, de un pueblo. Podría ser de un barrio de El Cairo o podría ser de cualquier pueblo del mundo, pero quizás fue censurada porque cuenta la verdad de cómo construimos los pueblos, con envidia, dolor y sangre.

Por eso, contar la verdad, aunque sea alegóricamente, no interesa a ciertos sectores de la sociedad, ni siquiera les gusta a algunas personas.

Con todo, HDNB nos recuerda nuestra propia historia, la de la Humanidad y eso nos hace reflexionar sobre ella y sobre nosotros mismos. Es la historia de uno de los mejores pueblos, el elegido, que según el Narrador (uno de sus últimos testigos) no fue tan bueno y afortunado. Este pueblo vivía a los pies de la Casa Grande de la que era dueño y señor Gabalabui, un hombre generoso y justo como Dios, pero también enigmático. Nadie lo vio y sin embargo, dominaba y veía todo lo que sucedía fuera de su Casa. En él y en su hogar estaba la promesa de un mundo mejor. 

Sólo cinco hombres lograron verlo o escuchar su voz y esto los convirtió en profetas de su tiempo porque con la ayuda de él guiaron y dieron ejemplo al pueblo. Cinco hombres con cinco historias donde fácilmente se reconoce el arrepentimiento de Adán (Adham) y Eva, la inteligencia de Moisés (Gábal), la bondad y el amor de Jesucristo (Rifaa) y el anhelo de justicia de Mahoma (Qásem). El último profeta, Arafa, fue el perdedor porque destruyó la promesa de Gabalaui. Mató a Dios.

Parece que el autor quiere que nos planteemos por qué es tan difícil conseguir un mundo mejor y quién tiene la culpa. Sin embargo, no se acaba todo con Arafa. Hanas, su hermano, cierra el libro abriendo la puerta a la esperanza y a la luz. El hombre puede seguir esperando y soñando con un mundo justo e igual para todos. Entonces ¿el Paraíso es la Casa Grande, está fuera o en nosotros mismos?

NM ha sido un descubrimiento para mí. Desde su infancia fue escritor y además, periodista y profesor de Universidad en El Cairo donde nació y murió. Su espíritu rebelde y su mente abierta le costó casi la vida en alguna ocasión, pero también el Premio Nobel.

Sólo he leído esta obra de él, pero de momento es suficiente para admirar su trabajo. Su narración es minuciosa y delicada, y aunque está cargada de pormenores y eso dificulta la lectura, es extraordinaria. Me ha recordado a las arquitecturas, esculturas, pinturas y demás obras egipcias. También a los frisos árabes de algunos templos con pequeños símbolos y frases cortas cargados de significado.

El arte egipcio ha sido de los más espectaculares en la Historia porque lo que los egipcios construían como simples trabajos de artesanía se convertía en obras de arte. Su arte fue novedoso, tuvo fines propagandísticos, religiosos y decorativos, e incluso recogió los pasajes de la vida cotidiana. Ellos fueron de los primeros en utilizar uno de los sistemas de escritura más antiguos, el jeroglífico, y almacenar el saber del mundo en las “casas de la vida”, las bibliotecas, como la de Alejandría.

Todo esto demuestra su capacidad de innovar, de aprender, de conservar y transmitir el saber. Pues bien, así es Naguib Mahfuz y así es su novela Hijos de nuestro barrio, una obra de arte que resume la grandeza del arte egipcio.

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10 de abril de 2017


También esto pasará (TEP), es el título de la novela que he leído de Milena Busquets. (Aunque no sé si todo pasa, porque al final siempre queda algo.)

El caso es que todavía no sé cuál es mi opinión sobre este libro. A mí no me gusta que me cuenten historias pasadas en presente como si estuvieran pasando ahora mismo, pero parece que ésta es una práctica cada vez más habitual. Al menos lo he visto muchas veces en los reality shows de la tele donde los famosillos cuentan sus affairs pasados como si estuvieran ocurriendo en el mismo plató. Claro, no es lo mismo.

Menos mal que me leen pocos, porque a lo mejor con la afirmación que acabo de hacer estoy cometiendo el peor de los sacrilegios lingüísticos y narrar en presente es lo más “in” y el último grito en el mundo literario. O es la misma vieja técnica que ya se utilizaba en los inicios de la Literatura.

Está claro que hablar en presente actualiza el marco de la historia y te acerca más a ella, por eso leer a Milena Busquets me ha resultado muy familiar y muy de “mi día a día”.

La voz que narra TEP es como mi propia voz cuando me voy contando a mí misma lo que pienso, lo que veo y lo que siento en cada minuto del día. Al decir esto parece que esta narración va a ir “loca” y sin guion, porque los pensamientos son así de caprichosos y traicioneros. Una idea te lleva a otra y a otra y de repente, te ves llorando porque añoras un amor del pasado o riendo porque la cuchara que hay encima de la mesa de la cocina te recuerda al día en que tu amiga Raquel la comparaba con su exnovio Eduardo a todas horas.

Pero no, la narración es preciosa, porque va sola y fluye. Las oraciones están cargadas de adjetivos, detalles, rincones, … como las ideas. Además, en TEP hay un guion. Blanca, la protagonista, necesita contarse así misma lo que está viviendo tras la muerte de su madre. La novela empieza y acaba en el cementerio y en un momento, que dura 172 páginas, repasa su vida y cómo le influyó su progenitora. Y así va repasando los momentos y las conversaciones con sus hijos, su exmarido, sus amantes, sus amigas y amigos, y nos va hablando de amor, desilusión, sexo, deseo, engaño, esfuerzo, cortesía, desidia, …

Es una voz femenina, observadora y sensible, como la de cualquier mujer moderna de cuarenta y pico años afincada en una ciudad grande y con recuerdos demasiado presentes en cada momento. Recuerdos y vivencias que explican lo que es ahora cuando se tiene que desprender de un ser que le ha marcado la existencia. 

A lo mejor no me ha gustado por eso, porque es demasiado real, demasiado presente y demasiado mía. A nadie le gusta que los demás hablen de uno mismo.

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13 de mayo de 2017

Una vez leí que las historias eternas son las más breves, pues quizás ésta sea una de ellas.

Música para feos es una historia de amor contemporánea y corta. Tan corta que cuando acabas de leerla no sabes si estar feliz o amargo.

La historia la va narrando Mónica, la protagonista, sin manipular los pensamientos, ni las palabras, ni los gestos. La protagonista nos cuenta a nosotros, pero en realidad se está contando a ella misma lo que vive con Ramón. Quizás para entenderlo o para sobrevivir al después. Se limita a enmarcar la acción, el tiempo y los espacios como si fuese una cámara de cine que recoge todos los detalles para que el lector entienda cómo va sucediendo todo. Sin embargo, son las conversaciones que mantiene ella con Ramón las que mejor nos desvelan qué sucedió entre ambos.

Estas conversaciones se reparten en tres bloques que nos recuerda la estructura de cualquier cuento clásico: el encuentro, la separación y el adiós.  En cada parte cambian de escenario y de lenguaje, de manera que los primeros diálogos son más directos porque uno está frente al otro y se nos describen los gestos, las miradas, los encuentros, … el lenguaje no verbal. En “la separación” las conversaciones son más sinceras e intensas, porque son escritas, a pesar de que la pantalla del ordenador haga de muro y los separa. Esto también hace crecer la incertidumbre y el deseo entre ellos. En “el adiós” Mónica tiene que reconstruir lo que hubiese vivido con Ramón hablando con su mejor amigo. Algo emocionante, pero a la vez desgarrador.


Lorenzo Silva escribe y habla maravillosamente, todos lo sabemos, pero me parece extraordinario cómo nos cuenta esta historia sin ñoñerías, ni tópicos y como es capaz de mostrar el diálogo de tan diferentes maneras.

Me ha sorprendido la fluidez de sus palabras y la riqueza del vocabulario que han hecho fácil la lectura a pesar de la complejidad de su sintaxis.

Pero lo que más me ha encantado ha sido cómo los diálogos crecían en intensidad mezclándose con diferentes canciones. La música les unía, pero mucho más el deseo de buscar una canción para agradar al otro. Hay veces que las palabras no alcanzan a transmitir nuestros sentimientos, por eso está la música.

Lorenzo Silva ofrece un final inesperado y 21 canciones que vale la pena ir escuchando a la vez que lees esta historia. Me quedo con ésta.




25 de enero de 2017


“Es un placer tenderse desnuda sobre la hierba ya caliente

y buscar con los ojos entornados las grandes colinas

que sobrepasan los chopos y me ven desnuda

y nadie de allí se percata.” 


Cesare Pavese


Quattrocento es una novela histórica porque trata un hecho histórico: el horroroso atentado contra Lorenzo y Giuliano de Médicis el quinto domingo después de Pascua, bajo una de las cúpulas más impresionantes de la cristiandad, una de las de Brunelleschi. A este atentado le sigue la no menos sangrienta venganza del primero de los Médicis contra sus enemigos, los Pazzi florentinos y sus aliados. 

Quattrocento también es policiaca porque, a partir de la investigación de la Madonna del Nievole de Pierpalo Masoni, la becaria Ana Sotomayor y el profesor Rossi van desvelando quién estuvo tras la conjura del 26 de abril de 1478 y destapan las corruptelas que la propia Iglesia escondía desde entonces hasta el final del papado de Juan Pablo II.

Quattrocento, además, cuenta con el mejor escenario, Florencia. La mejor época, el Renacimiento. Los mejores intelectuales, Verrocchio, Botticelli, Leonardo da Vinci, Poliziano…

Vista así, esta novela podría resultar típica y manida, pero leer Quattrocento es como mirar con detenimiento un gran lienzo, decorado con escenas y personajes sobre un paisaje cautivador, donde el tiempo se para. No hay tiempo. 

No sorprenden las historias, sorprende cómo las cuenta su autora. Susana Fortes las vas dibujando en paralelo, como si pintara dos cuadros clásicos. Sin embargo, las líneas paralelas rompen su ecuación exacta y se entrelazan. Los capítulos alternan las dos historias. Los pares son renacentistas, los impares actuales. En los primeros habla un narrador que todo lo sabe y que te adentra en la vida de Masoni y su discípulo. La narración parece más distante que en los impares donde la narradora es la protagonista, Ana Sotomayor, y que como ella dice, está absorbida por la investigación de los cuadernos de Masoni, hasta el extremo de sentir que pasea por las calles de la Florencia del siglo XV. 

Cuando lees a estos personajes, a pesar de que los reconocemos en el siglo XXI vemos que son capaces de absorber, oler, sentir y respirar lo mismo que los personajes de abril de 1478. Su tiempo es el de los Médicis y el tiempo de los Médicis el suyo. 

La escritora escribe con una paleta de colores en su mano y con ellos cuenta. Y describe cada detalle de cada escena, deteniéndose de una manera exquisita en todos los puntos. De manera que el lector es capaz de oler desde la fragancia de una camisa limpia antes de ser desabrochada hasta la densidad de la sangre negra corriendo por el suelo de una catedral. Es capaz de ver los anaranjados, los ocres, el amarillo venciano, los sienas, el verde veronés…

Esta novela me ha parecido una exaltación al arte, a la pintura, al misterio que la soberbia intelectual encierra. Es como si la autora me acercara a la Belleza totalmente desnuda.


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22 de noviembre de 2016




No es fácil hablar de La Residencia cuando parece que todo está escrito y menos aún, contar una historia que tiene que ver con este lugar encantado. Sin embargo, Susana Fortes ha conseguido llevarnos sutilmente al secreto de sus versos y con una elegancia exquisita. Y se arriesga a hacerlo con El amor no es un verso libre.

Para ello no recurre a lo que ya sabemos, ni se detiene en recordarnos cómo fue, ni quién pasó o dejó su huella en el Pinar. Mucho mejor, lo insinúa con una voz narrativa omnipresente que nos lleva de la mano por una leyenda de amor imposible en unos meses difíciles para el Madrid de entonces.

La historia empieza y acaba en el mismo punto y con la misma imagen: la de un hombre, un caballero andante, que lucha por conquistar sus sueños. Suspense.

Es una novela circular que se divide en diecisiete relatos, diecisiete cuadros impresionistas que se pintan a brochazos con metáforas, sinestesias,… imágenes poéticas que provocan la lectura y que sólo desde la distancia se comprenden.

“perfiló su sonrisa con un rojo furioso…” 
“tenía el color de una herida mal curada…”
“la corriente siempre la desbordaba y se la llevaba río abajo…”

Y del mismo modo que recorres una exposición de cuadros vas reconstruyendo esta historia que está marcada por las rencillas, las trampas, las censuras y los odios que nos condujeron a la guerra. La historia de España y la intrahistoria, la de dos amantes, vuelan las mismas turbulencias y se narran junto al misterio de un crimen político que mantiene la intriga de estas tres acciones hasta el final.

Leer esta novela es semejante a la leer los versos de los mejores poetas de la edad de Plata, porque como aquellos, Susana Fortes es capaz de subirte a los sentimientos más sublimes y en dos líneas, en dos versos, devolverte a la realidad. Como un bofetón. De este modo la lectura te va encogiendo el alma y sólo al final puedes respirar profundo para ensancharla.

“Se oyó un trueno al fondo, lejos… De pronto Díaz-Ugarte sintió una especie de comprensión humana infinita por todos los acorralados del mundo. Amor, amor catástrofe, qué hundimiento del mundo...”

Kate Moore había soñado con nuestras voces literarias y nuestros personajes, pero no había conseguido “sacar la cabeza del pozo” y sólo al final comprende:

 “Un caballero andante siempre cierra con llave la puerta trasera del castillo para obligar a salir a su dama por la puerta principal.”

Contar sin decir nada y diciéndolo todo. Mentir para decir la verdad. 
Seducir al lector. Conocer los secretos de las vidas soñadas. 
¿Qué tiene de verdad la Literatura? 
Ya lo decía Quijote en sus andanzas: “soñar, soñar”. 
Esto es El amor no es un verso libre.



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7 de octubre de 2016


Después de leer otro libro de Ricardo Menéndez Salmón he de decir que estoy abrumada por tanta sabiduría y cuidado del estilo. Ambos rasgos son los que le hacen ser uno de los escritores más destacados del momento. Algo innato en él que hace que su redacción sea inteligente y cuidada.

De esta novela me sorprende cómo “engaña” al lector mezclando hechos reales con ficticios y utilizando nombres y datos históricos para asignar a otros imaginarios. Como cuando habla del “Círculo Tatlin”, pues todos recordamos la estructura metálica de aquel edificio inconcluso, aunque se refiera a un grupo de artistas vanguardistas de finales de los 60.

No hay opción, el lector lee y cree lo que cuenta, aunque sea por asimilación o correspondencia. Quizás porque lo que más importa no son los datos, sino los conceptos de los que nos habla: la Belleza, lo Convencional, lo Extraordinario, el Bien o el Mal, el Horror, …

En La luz es más antigua que el amor Ricardo Menéndez pretende contarnos lo que siente y expresa el ser humano más allá de lo establecido y lo social. Para ello y en boca de un futuro Nobel de Literatura nos narra lo más excepcional de tres pintores incomprendidos por las masas.

Adriano de Robertis, pintor del medievo, rechazado por querer pintar “la vida tal y como sucede” en el castillo de Sansepolcro, en la Toscana.

Mark Rothko “pintor de la nada” y el color en el siglo XX. Fue autor, entre otras obras vanguardistas, de la “Capilla Rothko”, en Houston.

Vsévolod Semiasin, pintor, también del siglo XX, que fue capaz de mostrar “lo que puede un cuerpo”. Capaz de pintar con restos humanos y materia orgánica. Capaz de ingerir sus propios lienzos para formar parte de la obra.

Sin embargo, lo excepcional de la obra no son sólo estas historias perfectamente dibujadas, sino cómo las intercala con los tres momentos más importantes de la vida del narrador, Bocanegra, premio Nobel en 2040: Su despertar literario (semilla), la muerte de la mujer de la que verdaderamente estaba enamorado (todo) y el discurso de su premio (Suecia).

Esta disposición del contenido es clave, porque gracias a esta estructura la historia se hace más interesante y el lector puede ir hilvanando todas las partes para entender mejor el discurso final de Bocanegra. Un discurso precioso que pone el broche final y hace más especial esta novela. No es fácil finalizar una obra y conseguir que sea sublime. Ricardo Menéndez sí lo ha conseguido.

Y para ello, también ha utilizado algún elemento de unión entre todas las partes, como la atracción que todos los personajes sienten por el precioso castillo de Sansepolcro o el misterio que esconde la pared de la Torre del Homenaje. Aunque a mí me ha cautivado más el descubrir que la rebeldía, el inconformismo, la búsqueda del arte por el arte sobre cualquier convencionalismo siempre ha estado por encima de lo material o el dinero. Y esta enseñanza es la primera del libro, con ella empieza la historia y cautiva al lector.

Ricardo Menéndez Salmón se autodefine como “dueño de lo que callo y dueño de lo que escribo” y verdaderamente, en sus libros lees lo que escribe y lo que calla, porque como él dice: “imagino y planteo posibilidades”. Y es en esas posibilidades donde el lector encuentra un torrente de sabiduría para aprender de varias artes a la vez, con un estilo cuidado y perfecto.

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19 de agosto de 2016

Me ha encantado leer La llama de la sabiduría por varios motivos. El primero es que no esperaba que pudiera sorprenderme leer otra novela histórica y de intriga, pero lo ha hecho y mucho.

Y me ha dejado admirada una cosa tan sencilla como que la trama se desarrolle en la ciudad de Valencia, en la Comunidad Valenciana y en el Mediterráneo. Parecerá curioso, pero los valencianos a veces creemos que nuestra vida, nuestra política, nuestra filosofía, nuestro arte, nuestras letras,… nuestros habitantes no son suficientes o no son dignos de exaltación.

Después de leer La llama de la sabiduría te das cuenta de que la riqueza y la grandiosidad que le hemos dado y le damos a nuestra historia y a nuestras tierras con nuestro trabajo, con nuestros conocimientos y ciencia es más grande que lo que siempre nos han hecho creer.

También te das cuenta de que la historia se repite y que esta grandiosidad siempre ha intentado estar dominada y manipulada por la corrupción, la mala gestión y los intereses de unos u otros.

Del mismo modo ocurrió en el siglo XV, época que J. Fco Ferrándiz elige para su novela. Un momento mágico en la Historia de Valencia, ya que nuestra ciudad se convertía en la puerta del Mediterráneo para Aragón y Castilla, se engalanaba de edificios tan preciosos como la Lonja de la Seda o el desaparecido palacio Sorell, vivía una época de esplendor comercial y cultural, se intensificaba su producción literaria calificada como el Siglo de Oro de las letras valencianas… Esta época mágica que también estuvo marcada por la corrupción, la hambruna y las enfermedades envuelve a la historia de una mujer que lucha contra el silencio y el peligro por defender su libertad, y la de todas las mujeres.

Este motivo también me ha dejado impresionada. La lectura de este libro me ha hecho rememorar a mujeres que desde la Antigüedad clásica han destacado por su pensamiento y sabiduría y que han sido silenciadas por el simple hecho de ser mujeres.

¿Tienen alma las mujeres? Con esta pregunta que parece tan absurda comienza la novela, pero es que esta cuestión fue motivo de grandes debates y discusiones en la Historia de la Humanidad. Y lo más sorprendente es que se daba por hecho la inferioridad física de la mujer, lo que se debatía era su capacidad para investigar, pensar, decidir, instruir,… ¿Sigue ocurriendo ahora lo mismo?

Así habla la antagonista al final de la novela: “Nos agreden, abusan de nosotras y se esconden. El miedo los hace fanáticos o esclavos. Se lamentan y piden perdón a Dios al borde de la muerte, pero no reparan el daño. Lo que oí durante tanto tiempo era en realidad el dolor amargo de mi alma. El mismo que padecen incontables mujeres sometidas, engañadas y sin consuelo ante la indiferencia o el desprecio.”

De esta novela también me han impresionado todos los datos históricos y culturales que conoce y nos da el autor.

Ahora ya entiendo mejor el verdadero origen de El cant de la Sibil·la. Un canto precioso que nunca imaginé que tuviera tanto arraigo en nuestra ciudad. La primera vez que oí hablar de él fue hace unos meses cuando conocí a Miguel, un hombre que me explicaba su origen y por qué lo había elegido para su negocio de flores. En cuanto vuelva del verano iré a hablar con él de este libro. Coincidencias sorprendentes.

También me ha gustado la estructura que le ha dado a la historia. Se trata de un viaje de crecimiento y de aprendizaje protagonizado por Irene. Pero ella misma lo divide en siete lecciones que quiere legar a su hija, para así no romper la cadena de la sabiduría. Esto la hace más original y la convierte en una novela redonda.

El ritmo y la disposición de las escenas es muy fílmico, perfectamente podría hacerse una película con esta historia. Esto también ayuda a que la lectura se haga amena y ligera, a pesar del número de páginas que tiene, pero no eliminaría ninguna. Es mucho el contenido y lo que se cuenta. Quizás tendría que apuntar que a veces parecen poco creíbles los diálogos de los personajes, pues las explicaciones que dan para entender el desarrollo de los hechos no es muy creíble en los momentos que lo hacen: a punto de morir, en una discusión de gran tensión… Son necesarias, pero demasiado largas en su boca. No sé.

En cualquier caso, esto es lo menos porque he disfrutado y me ha tenido en vilo varios días este libro. Ya me impresionó la exposición de fotografías sobre La llama de la Sabiduría que con mis compañeras de Leermásescribir vi en primavera en el Hotel de Las Arenas. Pero ahora lo estoy más.

Y por supuesto, no miraré y oiré las campanas del Micalet del mismo modo, ni pasearé por el Carrer de Caballers, el Pont del Mar o les Torres de Serrans con el mismo sentimiento. Si ya era de admiración, ahora lo será más y todo gracias al legado de BELLEZA y AMOR que las SIBILAS me han dejado. En una de ellas me he convertido.

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8 de agosto de 2016

Acabo de leer una novela que mis alumnos de Bachiller me regalaron al finalizar el curso. Al principio creía que se trataba de una broma porque la protagonista es una profesora de Literatura y desde los primeros capítulos se sabe que está amenazada de muerte por sus propios alumnos.

Nunca veo series televisivas o películas de este género, tampoco leo estos libros de suspense o “thriller”. Pero no podía fallar a mis alumnos y la curiosidad me picaba. Desde pequeña jamás he dejado que mis amigos me contasen una historia de miedo o en la que tenía que padecer. Antes me levantaba del corro y me iba a otra esquina. Me pongo muy nerviosa.

Sin embargo, me ha gustado leerme El desorden que dejas, de Carlos Montero. Este guionista y escritor que ha ganado el Premio Primavera de 2016 ha sabido estar a la altura y ha sabido utilizar bien todos los ingredientes necesarios para confeccionar una historia de este género. Quizás ése sea el fallo, todo era demasiado predecible. Y que el final sea “agradable” también hace del libro una historia digna de ganar un premio que guste a un gran número de lectores. Hay que hacer negocio, claro.

Pero para mí no ha sido original. Ha sido una novela rentable, como una de las series de Antena 3 de los martes por la noche. De ésas que espera media España para pasar miedo y olvidar el verdadero estrés y sufrimiento del día a día. Que por otra parte tampoco está mal. Pero a mí no me pillan.

Los ingredientes ya se conocen. Una protagonista intrépida que se atreve a todo y arriesga su vida de forma “irreal” y varios antagonistas que entretienen al lector hasta el final. Unos más “malos” y otros más “buenos”, pero todos empeñados en conseguir que la profe nueva no solucione el caso. Vamos, lo típico.

El ritmo, de película. Sin duda se nota que el autor domina las artes fílmicas y sabe cómo hacer que la acción sea más rápida e intrigante para el lector. Es una novela que se lee rápidamente y que no tiene mucha dificultad en el léxico, ni en la sintaxis. Las oraciones son cortas y abunda el diálogo, esto también permite que la acción avance más deprisa. Al igual que los capítulos sean cortos.

Me ha resultado curioso que todo se desarrolle en el lugar de origen del escritor. Creo que escribir una novela actual ambientada en tu propia tierra es difícil, porque parece que lo novelado siempre tiene que desarrollarse en lugares lejanos, fuera de tu día a día. En ese aspecto sí que me ha gustado la novela, porque las historias costumbristas y sociales, al estilo decimonónico, me interesan mucho. Sobre todo por el análisis psicológico de los personajes y las relaciones sociales.

Quizás eso es lo que más miedo me ha dado, más que saber si Raquel iba a morir o no. Me parte el alma ser consciente de las debilidades humanas, de las miserias que siempre nos arrastran a nuestra propia destrucción. En este aspecto Montero no ha escatimado en detalles para que los lectores conozcamos las conducta más rastrera y mediocre del hombre.

Hablamos de suspense, de psicología y de conducta humana. Mucha materia, pero bien conjugada para sorprender al público en general. Sin embargo, conozco a otros novelistas que hubiesen hecho de esta historia una novela más original y sorprendente, pero no les darán el premio, claro.

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14 de julio de 2016



El sistema
de Ricardo Menéndez Salmón no es una novela habitual, tampoco lo es su protagonista. Se trata de una historia alegórica en la que el Narrador, así se nombra al protagonista, observa su vida y al narrarla nos narra la de todos.

Leer El Sistema es como parar el tiempo y recorrer en un instante el principio y el fin de la Historia del hombre. Es como salir del movimiento giratorio de la Tierra en el que estamos sumergidos y contemplarlo todo desde un punto del Universo. Es parar el reloj y buscar un porqué, si es que lo hay.

El hombre podría ser el prototipo, el ejemplar más perfecto, el modelo de virtud… pero, sus acciones y sus relaciones humanas lo han llevado a la barbarie y a su propia destrucción. Y se convierte así en su propio “lobo”, de manera que para sobrevivir necesita reorganizarse y crear un sistema perfecto y ordenado donde el caos y la violencia en todos los sentidos no le impida vivir.

Ricardo Menéndez Salmón hace responsable al Narrador de contar todo lo que sucede, porque de alguna manera es necesario verbalizar lo que vivimos para ordenarlo y, sobre todo, para entenderlo. Pero el protagonista no lo sabe, tampoco el lector. Nosotros los lectores somos simples oyentes. Espectadores. Él es un observador innato con una facilidad extraordinaria para narrar.

La novela se divide en tres cantares y un epílogo. El lector escucha el primer cantar, “En la estación meteorológica”, distante del relato y con la frialdad que acompaña a la tercera persona. En este cantar se narran datos, acciones y pensamientos que nos ayudan a familiarizarnos con el protagonista y a entender su vida de rutinas y de servicio. Pero también conoce a la vez el devenir de la Historia. Es como si se entretejiera lo íntimo con lo general. Andamos sobre las dos vías del mismo tren, paralelas y unidas, quizás, en el infinito.

“En la academia del sueño”, el segundo cantar, el relato se hace más íntimo porque la expresividad y la emoción de la primera persona nos acerca al protagonista e incluso, sentimos con él la pérdida de su familia, el miedo a no soñar, la incertidumbre de su futuro, la responsabilidad cada vez más evidente, …

Por último, en el tercer cantar, “En el Aurora”, la segunda persona intimida y apela directamente al protagonista y con él, al espectador; de manera que sientes que viajas como Noé en el Arca porque quieres salvarte, buscar la vida y el porqué de todo. Sólo al final de este relato se alude al Amor como aquello que todavía no ha sido traicionado.

En el epílogo el escritor concluye desde la mirada del protagonista con un viaje dantesco a lo más profundo del ser humano, a su esencia. El escritor externo es el escritor interno. Por fin, las dos miradas se unen. Una vez más los ojos, la mirada nos muestra y nos cautiva. La Literatura sirve como lo ha hecho desde el principio de los tiempos para salvarnos de nuestro propio mundo y liberarnos de nuestros propios pensamientos.

Cuando lees El Sistema parece que estás oyendo en la plaza de un pueblo a un juglar narrando las hazañas de un caballero o a unas mujeres lavando en un río, mientras cuentan las penas y dichas del amor más prohibido. Incluso parece que estás oyendo los relatos de los primeros humanos.

Me sorprende cómo el autor de esta novela ha utilizado las mismas técnicas de oralidad que acompañan al ser humano desde el principio de los tiempos, pero cambiando la forma de narrar y contar. A veces con demasiados circunloquios o excesos de citas y "literaturización".

Literatura dentro de Literatura para hablar de ideas, formas, pensamientos, filosofía, historia, política… Lo sublime no es sólo esta reflexión, sino la manera que tiene de hacerlo, porque lo hace con un estilo literario que ha roto los moldes clásicos. Sin duda, es una novela extraordinaria, en la vanguardia de la prosa española.

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4 de abril de 2016

Quizás esperaba otra cosa de esta novela. Quizás la intención cuando me la compré nada tiene que ver con lo que me ha parecido al terminarla, después de un montón de meses “arrastrándola”.

Horrible. Me ha parecido larga y aburrida. Sólo en las ochenta últimas páginas he conseguido encontrar el sentido y la “gracia” a las historias que contaba.

Sinceramente creo que es muy acertado plantear al principio un misterio, y aunque es una técnica muy utilizada en literatura y cine, no deja de ser buena. Sin embargo, aquí el autor gasta unas cuatrocientas cincuenta páginas (de quinientas treinta y cuatro) para desvelar ese misterio, mientras se recrea en una especie de ensayo sobre la vida y la muerte, sobre la verdad y la mentira, que acaba aburriendo al lector y desesperándolo. No es que yo quisiera que me contara el “gran secreto” en las primeras páginas, pero me ha molestado que divagara en mil temas y no se centrara en la historia que con tanto misterio plantea al principio cuando ésa es la que menos le importa.

También he llegado a pensar que posiblemente no sea yo el lector ideal de esta obra. Supongo que a los entendidos en cine y en la “movida madrileña” les agradará más, ya que Marías no deja de dar títulos, nombres, datos y curiosidades referentes a estos dos temas de los que confieso no saber nada. De esta forma, la narración se mezcla con la exposición y la argumentación, por eso parece que leamos un ensayo, más que una novela. Un ensayo para pensar y reflexionar, que te lleva a la intimidad del ser humano.

Posiblemente lo curioso sea cómo lo cuenta. Juan de Vere, el protagonista de la historia narra en primera persona, al estilo de la serie “Cuéntame cómo pasó”, los años que vivió en casa de los Muriel. El protagonista es un joven veinteañero que se gana la vida en casa de este matrimonio roto que vive una mentira de la que él es cómplice o le hacen cómplice. Y él va contando y documentando este “secreto” entre Muriel y Beatriz, al que se le suman otras “leyendas”, como la historia de Van Vechten, el amigo médico de la familia.

Estas dos historias absurdas, que podríamos llamar principales, llevan el peso de la trama y se ambientan en tres épocas distintas: El tiempo real de la narración es el actual, principios del XXI, pero el tiempo donde se enmarcan las dos es en los años 80 y en las primeras décadas de la posguerra. Lo que tienen en común los tres tiempos son el escenario, España, y lo poco que ha cambiado. Aquí encontramos una crítica a la falsa moral, al chantaje, a las apariencias, a los favores y a los convencionalismos que siempre han acompañado a todo lo español y que Marías también critica como ya lo hicieron los intelectuales de finales del XIX y principios del XX. Nada nuevo. También hay reflexiones sobre el devenir de la vida y la fugacidad del tiempo, que nos recuerdan a los textos barrocos. Destacaría la disertación “quevediana” sobre el tiempo (p. 188) o el dilema que plantea Shakespeare sobre la importancia o no de los hechos pasados (p. 395) y que da título a este libro. Pero tampoco sé por qué lo destacaría.

En fin, el narrador poco a poco se va familiarizando con el lector y va contándole estos “chismes”, como si estuviera sentado en la mesa de su cocina tomando un café. De hecho, no le importa dirigirse a él directamente como lo hace justo a mitad del libro para justificar por qué se ve obligado a contar ese gran “secreto”. Momento “típico” en las conversaciones confidenciales. (p. 260)

Con un estilo directo se combinan estos “secretillos” o “chismes” con la grandeza de los temas tratados: vida, muerte, amor, deseo, sexo, verdad, mentira, honor, amistad, fidelidad, honestidad… El autor utiliza para ello un registro formal y hace un uso de la lengua culto, sin embargo, lo mezcla sutilmente con expresiones y palabras que pertenecen al registro informal y al uso más vulgar de la lengua. De manera que consigue unir lo más rastrero y asqueroso del ser humano con lo más sublime, haciéndonos entender que en lo más hondo de un hombre o de una mujer se pueden dar ambos extremos.

En Así empieza lo malo conocemos lo más grandioso y lo más sucio del amor de los Muriel desde la mirada del joven Juan de Vere, pero ¿sería esa la verdadera historia o la que reconstruye él a partir de lo que le contaron o de lo que fue viendo? ¿Cuántas cosas imaginamos a partir de lo que vemos o no vemos o suponemos? ¿Por qué mintió Beatriz?
Al acabar la lectura te planteas si todo lo que oyes, ves y sientes de los demás es cierto o no. ¿Cuál es la verdadera mirada?

No sé qué pretendía el autor con este libro. Cuando me compré el libro esperaba otra cosa… En cualquier caso, a mí, por favor, que no me mientan. Creo que como Muriel no soportaría la mentira.

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1 de febrero de 2016


Llevo varios años tomando café con mis alumnos de 2º Bachiller para comentar y entender la complejidad de La casa de los espíritus. Porque esta obra como dice mi amigo Salcerjo encierra un problema complejo y difícil de resolver. ¿Es una buena escritora Isabel Allende? ¿Está bien escrita esta novela?

A mí siempre me había parecido que sí, porque me parece asombroso cómo a partir de la historia de la familia Trueba – Del Valle puedes conocer lo que vivió un país hasta caer en una dictadura. La autora habla de Chile, siendo chilena y sobrina del presidente Salvador Allende, no podría ser de otra manera. Pero lo interesante es que cuando lees esta historia intuyes que no está hablando sólo de Chile. Otros muchos países hispanoamericanos sufrieron y sufren los mismos pasos, por lo que podemos imaginar que está hablando también de cualquiera de ellos. ¿Haría esto que la historia fuera universal?

Dos historias paralelas, una intrahistórica y otra histórica. Curioso cómo una te lleva a conocer la otra y a revivir los pormenores que no están escritos en los libros de Historia. Poco a poco los vas conociendo de la mano de los personajes que, aunque sean estereotipos, van evolucionando con los acontecimientos.

Alba lee lo que su abuela Clara dejó escrito en sus “Cuadernos de anotar la vida”. Ella abre el círculo y lo cierra, por eso la novela en el primer y último capítulo desvela que ella será la lectora de la narración de Clara. Y nos desvelará, si estamos atentos, que tiene que leerlos “para superar su propio espanto” y para que entendamos por qué la vida los llevó a cada uno a su destino.

Alba es la encargada de abrir y cerrar la historia. Pero no será ella la única que cuenta. Como hemos dicho, Clara se convierte en una narradora intradiegética con un carisma y un áurea capaz de controlar y sobrevivir a su propia muerte. No es, por lo tanto, un personaje estereotipo. A mí me resultaría complicado mantener “vivo” un personaje después de muerto, Isabel Allende lo consigue.

Hasta el capítulo IX cuando muere, su personalidad estrambótica domina el devenir de los acontecimientos. Y a partir del capítulo X, “La época del estropicio” (qué casualidad), los acontecimientos van más deprisa y todo se complica, pero ella no deja de narrar e invadirlo todo.

Y hay otras voces, porque es necesario que en esta historia tan complicada todos hablen. Cómo si no, conoceríamos la evolución del personaje que parece más típico, Esteba Trueba. Este cacique, hombre fuerte y atractivo, que se ha hecho a sí mismo, va cambiando y para que vivamos el cambio, nos lo cuenta él mismo. A veces habla en 1ª persona e intenta justificarse, pero a veces es el narrador omnisciente el encargado de explicarnos lo salvaje de sus comportamientos o la debilidad que presenta ante Clara, aunque llegue un día a pegarle. Es un personaje que evoluciona y cambia. De hecho, el lector, sorprendentemente, cuando llega al final siente lástima y puede llegar a comprender sus acciones, aunque no las perdone.

A mí me fascina Férula, una mujer despótica que se derrumba ante la magia de su cuñada y deja su rol de “mala”. En fin, hablamos de una novela polifónica que deja que todos hablen para justificarse y contar. Y para que entendamos. Y así es como vemos personajes muy “marcados” que cambian por culpa de lo que viven.

Junto a esta polifonía hay una repetición constante o leit motiv que nos lleva a esa circularidad de la obra. Hablo de la magia, el amor, la violencia, la pasión, los nombres luminosos, las premoniciones, el anuncio del espanto… que quizás nos lleve al motivo histórico de la obra, el golpe de estado, pero para mí, no al único. 


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22 de enero de 2016


Este libro habla de casualidades, oportunidades y azares de la vida. Como la oportunidad que tuve de conocer a Santiago Posteguillo el pasado mes de junio en San Miguel de los Reyes.

He de decir que de él sólo conocía lo que me contaban mis alumnos cuando se leían alguna de sus novelas históricas: Africanus, La traición de Roma, Los asesinos del emperador…

Y me he alegrado mucho de leer La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, porque me ha gustado lo que he leído y porque al acabar he recordado a mis mejores profesores de Literatura: Pilar, Raúl, Arcadio, Evangelina, Jose Luis… Con ellos no sólo aprendía el contexto y las características que envolvían a una obra o a un autor. Ellos eran capaces de transmitirme la inquietud y la pasión que llevaba a los escritores a contar historias. A sentir aquello que decía un poeta: “en sus manos no hay un libro, tiembla un hombre”.

Cuando leía los relatos de este libro me daba la sensación que estaba oyendo al mismo Posteguillo en una de sus clases de la Universidad. Y allí sentada en una de las aulas he oído cómo Dostoievsky dictaba a Ana sus historias, he gritado con Raymond Chandler que nadie saliera de la trinchera, he sentido cómo Max Brod no pudo quemar los textos de su amigo la noche de su muerte frente a la chimenea, me he sentado en una butaca del salón donde D. José Zorrilla leía uno de los mejores discursos de la RAE en verso, … He disfrutado tanto que ahora mismo necesitaría tomarme un café con el autor para preguntarle más cosas y tendría que leer Un día en la vida de Ivan Denisovich, El señor de los anillos, París en el siglo XX, Ivanhoe, … tendría que leérmelo todo, pero en un minuto.

Aquella tarde de verano en el claustro de uno de los mejores edificios de Valencia fue él mismo el que me animó a leer estos relatos y los de La sangre de los libros. Y no sólo me animó a leerlos, también me sugirió que lo leyeran mis alumnos. Entonces le pedí, ocultando mi vergüenza, que viniese al cole para contarnos cómo se escribe, cómo se lee, cómo se inspira un escritor. Y parece ser que en primavera tendremos ocasión de conocer mucho mejor a este magnífico profesor.

Hace muchos años, como nos recuerda este escritor, un hombre dejó perplejos a los miembros de su tribu con un relato o quizá una mujer cuando se inventó un cuento sobre las nubes y las estrellas.

Una vez más las casualidades propician nuevas oportunidades. Seguiré con los ojos abiertos y atenta a estas ocasiones que hacen que siga emocionándome y temblando al oír nuevas historias.
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12 de enero de 2016





Hay algo nuevo en mi manera de estudiar la Literatura desde hace unos meses, casi un año. No solía dar gran importancia a la biografía de un autor. Siempre me lanzaba a sus palabras con ansia de leerlo todo. Y hoy me doy cuenta de lo ignorante que he sido. 

Después de varias conversaciones literarias y reflexiones durante este tiempo, y después de tantos años estudiando lo que más me entusiasma y revuelve el alma, caigo en la cuenta de la importancia que asume la vida de un escritor en su obra.

Conocer su casa y sus cosas, saber lo que piensa o desea, descubrir a las personas que le acompañan y animan, contemplar los mismos paisajes o escuchar las mismas canciones,... todo esto hace más intenso y precioso lo que escribió o escribe. 

Me encanta temblar, reír o soñar con los que supieron y saben gastar las palabras para contarnos. Pero hoy me ha sorprendido este documental de radio, porque yo no sabía que una mujer o un hombre, podría convertirse en inspiración, ánimo o aliento para su acompañante.

J. R. Jiménez vivió a la sombra de su esposa, Zenobia. 
¿O fue al revés? 

Maravilloso documental donde compruebas que en los giros que da la Tierra pueden encontrarse dos almas gemelas y girar por los mismos parajes.

Poema inédito de Juan Ramón Jiménez en recuerdo y homenaje a Zenobia Camprubí Aymar- 1956-1966


                                Me he convertido a tu cariño puro
                            como un ateo a Dios.
                                                               ¿Lo otro, qué vale?
                            Como un pasado oscuro y andrajoso
                            puede todo borrarse.
                           
                                ¡Borrarse, sí! Las rimas bellas
                            que no cantan tu amor; sus matinales
                            alegrías sin ti; sus tardes líricas
                            en cuya paz no me miraste;
                            las noches cuya clara luna llena
                            no deslumbró tu candoroso ánjel.
                            El cielo de tu gracia
                            será el comienzo y el final. En balde
                            quieren los lobos asaltar la cerca
                            en donde tus ovejas blancas pacen.
                            No quiero más que un oro y es el oro
                            que emanan tus sentidos inmortales.

                                ¡Solo tú, solo tú! Sí, solo tú.
                            Yo no he nacido, ni he de morir. Ni antes
                            ni después era nada, ni sería
                            nada yo sino en ti.
                                                        Y los rosales
                            que has colgado en mi alma -¡con qué encanto!-
                            a ese sol viejo y nuevo me entreabren
sus rosas en que el cielo se repite
cándido y múltiple en sus cálices.  

                   (De “Monumento de amor”, 1913-16)

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13 de noviembre de 2015

Bodas de sangre, Federico García Lorca, TEATRO FLUMEN

"Hoy me he levantado más lorquiana que nunca."

Es difícil hacer una reseña de una obra leída y pensada tantas veces. Y más cuando se trata de una obra de arte increíble que te pone los pelos de punta y te saca las lágrimas de los ojos. Y es difícil porque no sabría cómo resumir todo lo que me sugiere esta tragedia.

Anoche sentada en el patio del Teatro Flumen pensaba en Lorca y trataba de imaginar cómo sería este poeta. Conozco casi todas sus obras, pero Bodas de sangre es tan especial y tan bella que no podía dejar de pensar en cómo sería él. Y llegaba a la conclusión de que sería un hombre arrollador y con una sensibilidad tal que desbordaría a cualquiera. Una persona intensa, como diría mi amiga Maribel.


Sólo con oír los diálogos, la grandeza y la intensidad de las pasiones humanas saltaban al patio de butacas. Lorca como si de una tragedia griega se tratara movía a sus personajes a través de unas fuerzas ocultas que sobrepasaban su humanidad. 

"Novia: (Temblando) No puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es como si me bebiera una botella de anís y me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra y sé que me ahogo, pero voy detrás."

Estas palabras de la novia las tengo grabadas desde hace años. Son las que más me han emocionado siempre. Quizás porque presagian y te arrastran hacia el final esperado, que no deja de sorprenderte. Pero Lorca no se conformaba con la poesía de su prosa. Las luces, los colores, el coro, la música, el baile... envolvían a los personajes y elevaban el tono de las emociones salpicando con ellas al público. 

Emocionados salimos los espectadores. Jóvenes y menos jóvenes. Y me seguía preguntando si se sentiría así el público de la Edad Clásica al ver una tragedia de Sófocles o Eurípides. Conseguir la catarsis no es fácil.

Si Lorca hubiera visto la representación de anoche, hubiera aplaudido con el mismo entusiasmo que lo hicimos nosotros. Enhorabuena a Saga Producciones y a su director José Saiz, pues supieron entender y plasmar con gran belleza lo que el autor escribió hace casi un siglo. 

Tradición y vanguardia. Teatro renovador. Cómo me hubiera gustado conocer a Lorca. 


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5 de octubre de 2015

“Antes y ahora” de S. Cerdá

(Relato publicado en Facebook en varias entregas, día a día, poco a poco.
Del 6 de septiembre al 3 de octubre de 2015)

Para leer este relato hay que estar muy atento, pues son varias las músicas que suenan a la vez. Y para entender la principal, la del profesor y la chica de la camisa blanca, tienes que ir descubriendo el pasado del músico, la historia rota con su exmujer, su soledad, su obsesión por observar y el futuro que se plantea con su público, sus alumnos. Y es así como va sonando el leitmotiv de la historia, junto con los otros compases, a la vez que el autor juega con varios tiempos y escenarios. Aunque siempre sobresale el mar y la noche con su luna hermosa. Un escenario idóneo para acompañar a este misterio.

Sin embargo, lo que sorprende son la sucesión de pensamientos y reflexiones acerca de la vida, del azar, del deseo, de la ilusión, del roce, de la mirada, de la muerte, del amor… que vienen de la mano de anécdotas o detalles como el baile de unas monedas, la compra de unos cubiertos o el placer de beber una botella de vino. Las acciones sencillas y mundanas se cuentan junto con los pensamientos más humanos y esto hace más interesante la narración, porque puedes recrearte con estas imágenes llenas de poesía que te transportan a otros pasajes hermosos de la Historia del Arte o de la Música.

Una narración en primera persona. Sólo unos ojos, los del protagonista, para ver y entender. Escasos diálogos, breves y directos, con la persona deseada. Imágenes poéticas que envuelven las palabras. Todo esto es “Antes y ahora”.

Y leerlo es dudar cada instante. Es no saber si lees una verdad o una mentira. El autor juega con el lector y parece que se esconde.

Día a día ha ido construyendo esta historia mágica, oscura como una cueva y clara como el horizonte del mar. Día a día hemos ido bebiendo del agua salada del Mediterráneo y de la melodía dulce de una guitarra. ¿Con qué te quedas?

Esta historia comienza y termina con este interrogante que te hace dudar de si lo que has leído es cierto o no. Pero ¿acaso hay algo cierto en la vida? Supongo que sólo aquello que queremos que sea verdadero. Por suerte es imposible conocer el futuro, por suerte cada uno cree lo que desea. Y supongo que eso tendrá que ser suficiente.


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15 de septiembre de 2015

84, Charing Cross Road de Helene Hanff

Estoy enfadada.

Anoche vi el segundo capítulo de Carlos I, el emperador y entre otros hilos TVE estiraba de uno muy delicado y narraba la intensa amistad entre la segunda esposa de Fernando, el Católico, y su nieto, Carlos I, el Emperador.

Germana de Foix le decía a Carlos: “Parece que leáis mi alma”. Es verdad, la Historia nos recuerda a dos almas gemelas que se encuentran por azar, sin permiso del tiempo, ni del espacio, y que conviven con una sociedad que condena su amistad por no ser convencional o al uso.

Y qué casualidad que hoy leo 84, Charing Cross Road y resulta que a los protagonistas de esta historia epistolar también los convoca el azar y el tiempo.

Helene con gran espontaneidad le dice a Frank: “Lo ves, Frankie, tú eres la única alma viviente que me comprende”.

La historia de 84, Charing Cross Road es bonita porque vas sintiendo cómo cambia el tono en las conversaciones y cómo la diferencia de caracteres se convierte en un complemento entre los protagonistas. Triunfa el amor por los libros, por la literatura, por la ficción y por los sueños.

Uno puede creer que estas historias son imposibles, pero aunque nos las “novelen” sucedieron en el tiempo y fueron reales. Parece como si la Historia tuviera un agujero negro donde se cuelan las relaciones más difíciles e imposibles.

Y me enfado porque el tiempo sólo les dio "instantes", migajas de pan, para vivir esa intensa amistad tan especial.

Quizás estas historias fueron eternas y ahí reside su grandeza y su belleza. No fueron amores comunes, ni al uso, fueron grandes historias escondidas en los agujeros negros de la Historia. 


No puedo contar el final. Sólo puedo decir que he llorado. 
84, Charing Cross Road me ha emocionado.

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27 de agosto de 2015



Cuando un amigo me recomendó esta novela me “sorprendió” que me dijera que era “salvaje”.  Por el título, Deseo, y la autora pensé si se refería a que tenía un contenido erótico, pero no lo tiene.

Lo salvaje de este libro está en la historia y la forma. Al principio no entendía nada de lo que me contaba Elfriede Jelinek. Poco a poco fui familiarizándome con su estilo pictórico y poético.

Jelinek cuenta esta brutal historia como si pintara un cuadro. Todos los momentos descritos son como pinceladas de colores que si las miras de cerca no tienen sentido y que debes mirar en conjunto, de lejos, para comprenderlas. Y es que aunque lo que nos cuenta sea sencillo y siga una estructura lineal, se compone de tantas escenas, paisajes y sentimientos confrontados que hacen que el lector pueda perderse y no entender a dónde quiere llegar la narradora, que es la propia autora. 

Para poder seguir el hilo argumental rastreé las voces del discurso y así conseguí comprender un poco más a dónde quería llegar E. Jelinek. Ella misma es la que nos narra desde el pronombre más íntimo y arriesgado: “Por desgracia yo ya no pertenezco a ella”. Y además, lo hace en presente, para darle más realismo a lo que está contando. Lo que relata podría ser una historia real del pasado, pero contándola desde el presente la hace posible ahora mismo. Esto me sobrecoge.

También hace más cercana la historia dirigiéndose directamente al lector, sin tapujos y como si estuviera sentada a su lado: “Ya verás”. Se establece un diálogo entre autora y lector, donde quizás se busque la complicidad y el entendimiento: “Nos han reconocido”.

Y llegados aquí, me preguntaba a quién iría dirigida esta obra. En principio a todos, porque en el fondo se critica el abuso de poder, la violencia de género, el machismo, la hipocresía, la falsa moral, la injusticia laboral, la incomprensión,… Pero después lees: “nada cuadra en nosotros; no cuadran nuestras partes superiores con las inferiores, nuestras cabezas con nuestros pies, como si cada uno perteneciéramos a distintas personas (así estamos construidas la mujeres de edad madura. De algún modo perdemos la forma por el camino, ¡ya no estamos para enamorar a nadie!)”. Por lo tanto, la autora nos está hablando a las mujeres de mediana edad, como la protagonista.

Se trata de un monólogo (yo) disfrazado de diálogo (tú y yo = nosotros).

Y qué curioso que hasta mitad del libro no te enteras del nombre de los personajes. El director podría ser cualquier director; el hijo, cualquier hijo; la mujer, cualquier mujer; el joven, cualquier joven… El que esté libre de pecado que tire la primera piedra… Todos podríamos ser cualquiera de los personajes.

Pero creo que lo que más me ha gustado han sido las imágenes poéticas que se suceden a lo largo del libro. Cuando leía me preguntaba cómo pueden surgirle tantas y tan sorprendentes. Me recordaban las pinturas negras de Goya,… los cuadros Dalí, Picasso,... las escenas teatrales de Lorca o Valle-Inclán…

“¡Está borracha de sí misma, ha sacado una botella de su piel”.

“Ahora renunciemos a exponer este grupo laocóntico, en el que el uno cuelga del otro y quiere aparecer magníficamente grande.”

“Ha querido revestir de nuevo su cuerpo, y sin embargo  cada día siente más los pesados sacos que tiene que cargar su piel”.

De verdad, no sabría decir si me ha gustado o no esta novela. Si la autora buscaba provocarme, herirme y hacerme sentir mal lo ha conseguido. Sólo me faltaba llegar al final, un final de Muerte, pero hasta ahí me ha sobrepasado Jelinek, la Muerte le llega a quién menos te lo esperas.

Las escenas más bestias y más brutas me han hecho sentir asco, repugnancia, horror, repulsa, indignación,... Sin embargo y aunque me duela decirlo, qué forma más bella de mostrar lo más salvaje del hombre, su lado más oscuro.

Ya lo decía M. Hernández:

“Garras que revestía

de suavidad y flores,

pero que, al fin, desnuda

en toda su crueldad.



Crepitan en mis manos.

Aparta de ellas, hijo.

Estoy dispuesto a hundirlas,

dispuesto a proyectarlas

sobre tu carne leve.



He regresado al tigre.

Aparta o te destrozo.



Hoy el amor es muerte,
Y el hombre acecha al hombre.”


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18 de agosto de 2015
HER 
película dirigida por Spike Jonze                    


Hoy han dicho en las noticias que hay personas adictas a sus móviles y que no pueden pasar una hora sin consultarlo unas diez veces. Esto tiene un nombre que ahora no recuerdo. El caso es que poco a poco la tecnología nos sobrepasa, nos supera.

A mí HER me ha sobrecogido, me ha superado, porque me asusta pensar al mundo al que nos dirigimos, donde todo parece ser que será virtual.

Theodore, el protagonista de esta película, está solo y aunque intenta “contactar” y “conocer” a otras mujeres para relacionarse después de su separación (saliendo a cenar o tomando un café), parece que es imposible hacerlo de la forma tradicional. A su timidez y falta de habilidades sociales se le suma su tristeza y soledad. Por eso, al final decide comprarse un Sistema Operativo que se convertirá en su amiga, su compañera, su consejera, su amante. Sí, Theodore se enamora de un sistema operativo, Samantha, y con “ella” comparte: amor, ternura, complicidad, humor, sexo,… incluso, música y arte. Lo compra porque en su publicidad le aseguraban que “le haría mejor persona” y él quiere mejorar. Y va y resulta que mejora como persona, como profesional, como amigo... Increíble. Samantha saca de él lo mejor.

¿Nos estamos volviendo locos? ¿Podríamos llegar a enamorarnos de un sistema operativo? ¿Somos capaces de crearlo a “imagen y semejanza” del hombre?

Pero, ¿una relación no consiste en intercambiar la vida, en mejorar al otro, en ayudarle, en acompañarle, en aconsejarle, en compartir buenos momentos, en reír, en llorar…? Entonces si el protagonista lo ha conseguido, ¿qué hay de malo?

Sin embargo, lo que más me ha fascinado de esta película es conocer el oficio de este personaje. Un contrasentido. Él trabaja en una empresa donde se escriben cartas personales para clientes que no saben aliviar o solucionar sus problemas sentimentales. Y me fascina porque en su trabajo, en las cartas que escribe es capaz de mostrar de una forma extraordinaria toda la sensibilidad y amor que no podría mostrar delante de una persona de carne de hueso. Y esto me sobrecoge, me supera. ¿Por qué no podría hacer lo mismo delante un ser humano? ¡Qué rabia me da! ¿Cómo quedamos? ¿Es necesario vivir la vida de forma virtual o no?


La escena final de la película me alivia. Aunque me hace pensar si el director de este film ha querido ser benévolo y comedido, porque a lo mejor piensa que los hombres de principios del siglo XXI todavía no estamos preparados ni somos capaces de entender otro tipo de vida que no sea mirando a los ojos, cogiéndose de las manos o dando un abrazo. Yo de momento, no puedo, me niego, aunque si a mi futuro sistema operativo personal le ponen voz sensual y masculina, me lo pensaré. Nunca se sabe.


10 de agosto de 2015

Cuando leí El tiempo entre costuras, primera novela de María Dueñas, me quedé sin palabras. Sin embargo, cuando salió a los años la serie televisiva sobre este libro no quise verla. Tampoco quise leer su segunda novela, Misión olvido. Es como si la autora estuviera condenada a que todo lo que tocara se convirtiera en oro y no tiene por qué ser así, pensé yo. Por eso, no quise quitarme el “buen sabor de boca” que me dejó la primera novela que leí por casualidad, como también por casualidad he leído la última que hoy comento, La templanza.

Si a El tiempo entre costuras le sobraban cien o más páginas, a La templanza, también. Pero eso es lo que tienen algunos best sellers, tienen que tener un buen número de páginas y ser “gordos” para entrar en el mercado. Y claro, que sea uno de los más vendidos también está condicionado por el (re)nombre del autor, el lanzamiento de la novela, el momento de su aparición, el lenguaje y estilo, la capacidad de suspense y amenidad, el alcance histórico, la intensidad de los elementos dramáticos,…

Y va y resulta que La templanza reúne muchos de estos requisitos y hace que el lector se quede satisfecho después de haber leído este libro y haberlo entendido hasta el final sin grandes dificultades. Y es que esta novela utiliza algunas técnicas narrativas, semejantes a las que el cine comercial utiliza para captar la atención del receptor para quien ha diseñado su obra. Por ejemplo, en el final de muchos capítulos deja la escena a mitad, como pasa en las películas o en las series de televisión.

Además, María Dueñas escribe una historia coherente, con una estructura clásica que permite al lector no “perderse” en el desarrollo y explicación de los acontecimientos.

Sus personajes están perfectamente diseñados para encajar en el puzle. En primer lugar tenemos al protagonista que es un “héroe”, pero no de los de ciencia ficción. Mauro Larrea es un hombre de carne y hueso cuya heroicidad se debe al haberse hecho a sí mismo. Y también a que su brutalidad y aspereza se equilibra en ocasiones con su humanidad. Junto al héroe está la “dama” atractiva y femenina, pero llena de valor y autodidacta. Y también están los “ayudantes”, Santos Huesos y Elías Andrade, que son la conciencia, los ojos y las manos de su amo y amigo. Como en todos los cuentos clásicos la historia también cuenta con los “antagonistas”: Tadeo Carrús, Carola Gorostiza, Alan Claydon… que intentarán impedir que la historia consiga el esperado final feliz, aumentando la emoción y la tensión puntualmente.

Algunos elementos narrativos conseguirán mantener el suspense hasta el final como lo son las señales que aparecen de vez en cuando como un goteo: la cicatriz en la mano de Larrea, las miradas o gestos cómplices entre los protagonistas, la oscuridad de algún personaje, el silencio de otros o la voz de Andrade resonando en la cabeza del protagonista.

También la aparición inesperada de personajes en momentos inoportunos es otra técnica narrativa que ralentizará la acción y creará más tensión. Así como las trampas a las que se tiene que enfrentar el “héroe”.

Y esta tensión también se agudiza cuando la autora marca unos tiempos en la estructura de la historia, los mismos que Carrús le marca a Larrea para devolverle el dinero prestado. El lector mientras lee las páginas sabe que el tiempo se acaba y peligra la existencia de su protagonista. (Personalmente creo que no hay nada mejor para captar la atención de un espectador que jugar con el tiempo y la estructura de una historia.) De hecho, la historia desde un poco más de la mitad de la obra se acelera y los acontecimientos son más numerosos y suceden mucho más deprisa. La autora ha conseguido con esta técnica mantener la tensión para darle más emoción al final esperado. Poco a poco se va “ganando” al espectador.

El lenguaje y el estilo de la escritora son sencillos y eso también facilita la lectura y comprensión de la historia. Aun así, no hay que pasar por alto algunos aspectos lingüísticos e históricos que me han encantado descubrir en este libro. Y es que María Dueñas ha sabido enmarcar muy bien la historia en la época elegida, siglo XIX. El léxico que emplea te sitúa en ese periodo histórico e incluso, te hace ver que el español de América no es el mismo que el español de la península. “Léperos, chichimeca, gachupín, chamaco, frijoles, tlaco, güera…” son palabras propias de la zona centro de América más frescas que las que del español peninsular de la época, que resultaba más castizo y conservador. (No olvidemos que en el largo viaje que tenía que recorrer nuestro español iba perdiendo algunos matices lingüísticos y recogiendo otros de otras lenguas indígenas.) También, las derivaciones no se hacían igual aquí que allí: “mismito, ahorita, ahoritica,…”. Ni siquiera la fonética es similar. Aunque son escasos los ejemplos en la obra, sí que son suficientes para apreciar la diferencia de habla entre criados y patronos, entre “españoles” e “indios”. (Este tipo de novelas nos recuerda a las decimonónicas, por la época en que se desarrolla y el estilo.)

Sin embargo, en la novela sí que se advierte que el español de América tenía muchas semblanzas con el español del Sur de la península, no olvidemos que la tercera parte se desarrolla en Cádiz y Jérez, puntos clave de entrada y salida de barcos hacia el Nuevo Mundo. En estas localidades los negociantes, soldados, hombres emprendedores,… pasaban largas estancias en las que sería fácil intercambiar conversaciones y lenguas. No es de extrañar que haya similitudes en algunos rasgos fonológicos y léxicos entre el español de América, el canario y el andaluz (como los conocemos ahora).

Y lo que me ha gustado es que la autora no lo ha pasado por alto, al contrario, ha hecho alusión a ellos y los ha contextualizado con otros aspectos de la intrahistoria que sirven para conocer mejor la época en que se desarrolla la novela, como la ropa tan diferente en los tres grandes escenarios: México, Cuba y España.  O como por ejemplo la preparación secreta de un navío para transportar “negros” desde el Golfo de Guinea y convertirlos en esclavos; el desarrollo tecnológico de los barcos “frescos” o “congeladores” para transportar pescado; los bailes o eventos sociales entre burgueses o “gente bien”; las negociaciones secretas entre comerciantes y empresarios; la descripción de guisos y comidas de distintas culturas,…

En fin, con todos estos elementos la escritora consigue contarnos la historia de Mauro Larrea. Un hombre que buscando dinero a la desesperada para salir de la ruina se encuentra a sí mismo y además, encuentra el amor que desde el principio cualquier lector típico espera de esta novela. Una historia típica y esperada donde el protagonista viajando por distintos lugares del mundo, viaja por los de su propio ser y consigue encontrarse con su alma, consigo mismo y saber lo que quiere en la vida. Una vez más, nos encontramos con una historia clásica como la de Lazarillo o El Buscón, pero sin picaresca.

María Dueñas sabe muy bien a qué público se dirige y le ofrece lo que espera con todos los ingredientes necesarios. Por eso, ha conseguido escribir un best seller que a muchos va a gustar, sobre todo a los que quieren “pasar el rato” y sentirse identificados con algún personaje, con alguna ilusión, con algún enamoramiento,…

A mí La Templanza también me ha dejado sin palabras cuando he acabado de leerla, porque me gusta en algún momento dejarme llevar por la lectura, conocer otros lugares, otras épocas, otros pensamientos, otros enamoramientos,… sin pensar mucho. A mí me encanta lo español y lo que me ayuda a conocer mejor mi pasado. Y también me gusta que cuando me cuenten una historia me lleven de la mano y me hagan sentir sin esperar nada más que disfrutar. Sí, esta novela es como el pastel que te comes después de una gran comilona, sobra, pero a mí me gusta comer dulce de vez en cuando, aunque esté harta.



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25 de julio de 2015 


“Las circunstancias, sin embargo, son éstas y no otras, aquí no se trata de corajes o cobardías, aquí se trata de la muerte y la vida.” 

Y de eso trata Todos los nombres, de José Saramago.

Esta novela nos narra cómo don José (curiosamente el mismo nombre que el del autor), un simple escribiente de la Conservaduría General, se aficiona a coleccionar “vidas” de famosos, hasta que un día le llama la atención la de un personaje anónimo, una mujer, que él nombra como “mujer desconocida”. Desde ese momento la historia se convierte en una búsqueda constante y obsesiva de esta mujer. Al misterio de descubrir quién es, se une el hacerlo de forma secreta; ya que don José no puede ser descubierto, pues peligraría su puesto de trabajo.

Pero para leer a Saramago es necesario estar muy atento a todos los detalles y palabras que utiliza el autor, pues nada es en balde, todo está perfectamente bien engarzado.
Con pocos ingredientes se cuenta, dicen, la historia de amor más intensa de la literatura portuguesa: Dos grandes espacios, la Conservaduría General del Registro Civil y su hermano gemelo, el Cementerio General. Un solo protagonista, Don José. Y muchos nombres, todos los nombres de vivos y muertos.

A mí me ha llamado más la atención la forma de contar la historia, que la historia en sí. De hecho, ¿importa conocer a la mujer desconocida al final del todo y saber quién es?

Me parece extraordinario cómo el autor es capaz de narrar desde distintas voces. Se crea una polifonía muy difícil de explicar. Igual la voz que habla es el narrador omnisciente, los pensamientos del propio protagonista, el techo de su habitación o la voz tranquila del sentido común. De este modo, las tres voces del verbo se van entremezclando según la voz que hable, sin que el lector sea casi consciente de ello. Sin embargo, nunca se pierde el hilo de la historia, al contrario se entienden mucho mejor todas las reflexiones relacionadas con los vivos y con los muertos, con la vida y la muerte.

Además, don José vive escenas fuera de lo común, como deambular por los pasillos del archivo de “los vivos y los muertos” por la noche sin más luz que una linterna y atado a la cuerda de Ariadna; o andar bajo la luz de la luna hasta encontrar la zona de los suicidas en el cementerio; o dormir junto a la tumba de la mujer desconocida; o pasar casi dos días escondido en el colegio de la anónima; o hablar con el techo de su habitación… Este toque surrealista, unido a la polifonía, hace que la historia, aunque pueda entenderse como real, tenga algo que se escapa de la mente racional. Y es que entender la vida y la muerte no es fácil. Y entender que hay que “mantener vivos a los muertos” tampoco es fácil.

Por eso, se hacen tantas alusiones en la obra a la distribución de los archivos donde se albergan las fichas de vivos y muertos. ¿Cuántas veces se ha desplazado la pared que los separa? ¿Cómo habría que ordenarlos? ¿Dónde está la línea divisoria? ¿Sería mejor separarlos o mantenerlos unidos? ¿Se olvida antes a los vivos que murieron hace más años o a los más recientes? ¿Puede un único nombre resumir toda la vida de un muerto? 

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17 de julio de 2015

Para entender La urbanización hay que trasladarse a los últimos años del "boom inmobiliario". Aunque quizás se entienda mejor ahora, desde la perspectiva que dan los ocho o nueve años de crisis que estamos viviendo en España.

La historia nos narra el final de la vida de un hombre trabajador y justo que acaba de jubilarse y que acaba de vender su tesoro más preciado: su casa del pueblo. Gracias a esa venta comienza a construirse la urbanización.

Pero el autor consigue que esa historia, aparentemente tan sencilla, esté cargada de reflexiones que no dejan al lector pasivo. 

Salvador Cerdá, mi amigo, aprovecha los detalles de la vida cotidiana, cualquier detalle u objeto rutinario, para profundizar en el destino de la vida, la libertad o la responsabilidad, la Fe, la manipulación de los medios de comunicación,... 

Se trata de un goteo de pensamientos que sutilmente van conduciéndonos hasta donde nos quiere llevar el autor, que es lo que verdaderamente preocupa al protagonista, Bruno. ¿Quién es responsable de las injusticias del mundo? ¿El hombre?  

Llama la atención el contraste entre la profundidad de estos pensamientos y la sencillez en la técnica narrativa. La narración y los diálogos se suceden a lo largo de la novela y van resolviendo el enigma que nos mantiene en vilo desde el principio, ¿qué pasó entre Bruno y su hijo?

También es curioso cómo describe el autor algunos objetos, personajes o situaciones, pues les da un toque matemático o físico, inusual en las narraciones típicas. Así como la alusión a autores o citas de obras clásicas. 

Además, las palabras hacen constantes alusiones al SILENCIO, que descrito de diferentes formas aparece continuamente marcando los tiempos de la historia, como en una pieza musical. 

Una sinergia de corcheas que se paran a pensar ante los silencios de la vida. 

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7 de julio de 2015

Aunque el final es el que corresponde a esta historia, no me ha gustado que acabara así.

Una soledad demasiado ruidosa es un homenaje a los libros, a las letras, a los grandes pensadores, a los grandes escritores... y en general, al arte.

El autor utiliza un estilo diferente al que estamos acostumbrados, porque no secuencia las ideas en párrafos, ni utiliza conectores que ordenen el contenido. Hrabal consigue que su protagonista, única voz en el discurso, transmita sus pensamientos haciendo que cada capítulo sea una pequeña reflexión sobre la religión, sobre el arte o sobre el cambio de mentalidad en el mundo donde el movimiento del protagonista en sus acciones es el único hilo conductor de cada disertación.

Esto me ha gustado mucho, porque me ha parecido muy original y hacía que no dejara de leer hasta acabar cada pensamiento. También me quedo con frases sorprendentes, que dichas por el protagonista suenan sencillas, pero que en el fondo recogen pensamientos increíbles. 

El libro es una paradoja donde el protagonista vive solo en el silencio, pero rodeado de una multitud demasiado ruidosa, que le atrapa hasta el extremo que prefiere vivir y morir dentro de ese universo, el de la belleza, que fuera de él, el de la ignorancia. Por eso, al final decide quedarse dentro y así, se produce la metáfora. 

"Todo eso me dejaba admiradísimo, súbitamente me sentí santificado, embellecido por dentro, por haber tenido el valor de soportarlo, por no haber perdido el juicio entre todas las cosas que veía y experimentaba en cuerpo y alma, aquí, en mi soledad demasiado ruidosa, me daba cuenta con estupefacción que este trabajo me había introducido en el campo infinito de la omnipotencia."


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Mis primeras palabras estarán llenas de recuerdos. Así de la ilusión del pasado iré entusiasmando a mi futuro. 
Debo comenzar, charrando de la vida... Dedicado a ti, Elena: 

AMOR MÁS PODEROSO QUE LA VIDA
La misma calidad que el sol de tu país, 
saliendo entre las nubes: 
alegre y delicado matiz en unas hojas, 
fulgor de un cristal, modulación 
del apagado brillo de la lluvia.

La misma calidad que tu ciudad, 
tu ciudad de cristal innumerable 
idéntica y distinta, cambiada por el tiempo: 
calles que desconozco y plaza antigua 
de pájaros poblada, 
la plaza en que una noche nos besamos.

La misma calidad que tu expresión, 
al cabo de los años, 
esta noche al mirarme: 
la misma calidad que tu expresión 
y la expresión herida de tus labios.


Amor que tiene calidad de vida, 
amor sin exigencias de futuro, 
presente del pasado, 
amor más poderoso que la vida: 
perdido y encontrado. 
Encontrado, perdido...

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